Editorial

Inteligencia artificial: una discusión imprescindible y urgente

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Diario Financiero organizará este jueves una charla online titulada “Inteligencia Artificial y su promesa de cambio ¿Estamos preparados para lo que viene?”, que puede entenderse como parte de una conversación que está teniendo lugar a nivel mundial sobre el potencial y los riesgos de esta tecnología.

La necesidad de tener esta conversación se ha hecho más patente, y más urgente, en los últimos meses, con la irrupción a escala comercial de la llamada “inteligencia artificial generativa”, ejemplificada en el hoy muy conocido ChatGPT, de la empresa OpenAI. Productos como éste y otros desarrollados en años recientes ponen en evidencia la capacidad disruptiva de estas tecnologías en un número casi ilimitado de ámbitos, para bien y para mal.

Junto con la posibilidad de ofrecer herramientas para enfrentar el cambio climático, lograr grandes adelantos médicos o impulsar aumentos impensados en productividad, entre otros beneficios, la inteligencia artificial (IA) contiene también una amenaza de obsolescencia para una gran variedad de actividades laborales -con el consiguiente impacto económico y social-, e incluso el peligro de un cataclismo a escala global, como advirtió la semana pasada una carta pública firmada por 350 científicos y empresarios que lideran la industria.

El vertiginoso avance reciente de esta tecnología en el último año sólo será más rápido de ahora en adelante, como también se intensificará la competencia de tecnólogos y financistas por ponerse a la delantera y obtener beneficios económicos que prometen ser gigantescos. La citada carta se une a los llamados de líderes políticos e intelectuales en países desarrollados por crear un marco regulatorio cooperativo y común que ayude a explotar el potencial de la IA, mitigando sus riesgos. De hecho, el Reino Unido será anfitrión de la primera cumbre internacional con ese objetivo hacia fines de año.

La experiencia histórica sugiere que el desarrollo de tecnologías revolucionarias no se puede detener, pero sí se puede aprovechar su potencial y acotar los riesgos fijando un marco de reglas. Así se hizo con la energía nuclear y, en menor medida, con la terapia genética.

El avance tecnológico no es, per se, garantía de progreso. Los países y sus ciudadanos deben promover esfuerzos para que la IA sea una fuente de progreso para todos, no de riesgos para muchos y ganancias para unos pocos.

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